Ayer reflexionaba sobre el
bulling. Niños inflingiendo maltrato físico y verbal a otros niños. Menores.
Siempre se transmite la pena de
la víctima, la superación del adolescente que ha logrado vivir y ser feliz a
pesar de haber sido vejado, la desgracia de esa familia que se quedó con el
recuerdo de un niño eterno y una carta de besos para siempre. Y el silencio. De
casi todos. Colegios, maestros, compañeros, padres de acosadores, cómplices.
Pasan lo años. ¿ Y?
Un niño enternece, implica,
desgarra. Nos hacemos preguntas. Incluso hay lugar para la indignación. Más
silencio. Ante tanto silencio, el olvido. Pasan más años. Habrá cientos de
adultos que han sido acosadores en la infancia. Cientos de niños protegidos
entonces, que crecieron sin responsabilidad ni consciencia de sus actos.
Castigo menos. ¿ Qué clase de adultos serán? Imagino cuerpos vacíos de empatía,
sabedores de que la violencia en cualquiera de sus formas implica poder: en el
trabajo, en casa, en sus propios hijos, hacia su mujer, a los más
desfavorecidos. Violencia silenciosa.
Niños. En un campo de refugiados.
Con todo el mundo por delante, y el mundo está a trozos que pertenecen a
alguien. Alguien que los mantiene presos en fronteras adultas. Niños con
hambre, piojos, miedo, lágrimas, terror. No entienden, no comprenden. Deberían
estar en una casa, durmiendo sueños de colores abrazados a muñecos de trapos, y
no a las piedras del camino. Incomprensión. Nadie dice nada, nadie los quiere,
nadie los mira. Niños invisibles, con un odio invisible en sus cuerpecitos,
niños que también se harán mayores, como su rencor. Adultos que recuerdan al
niño que nadie quiso por un miedo imbécil, por ser sospechosos de la propia
ignorancia del que tiene un poco más y no quiere compartirlo. Adultos que
reclaman ese pedazo de tierra que no les dejaba dormir. Adolescentes que crecen
viendo sufrir a unos padres sin rumbo ni patria, reclutados por otros odios con
armas.
Ahora unamos todo. Y tengamos
miedo. Luego, sigamos con miedo, echemos la culpa a otro. En éso consiste ser
un poco europa, ser el primer mundo. Tener de todo menos culpa, para éso ya
tenemos a los que no tienen nada. Nos conviene.
cuánta razón! y cuánto tiempo sin leerte! bienvenida de vuelta! besos
ResponderEliminarcuánta razón! y cuánto tiempo sin leerte! bienvenida de vuelta! besos
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