domingo, 31 de marzo de 2013

De cuando un 30 de marzo a la manecilla grande le dio por andar hacia atrás

Imagen de Julie de Waroquier

Te regalo sesenta minutos de mi noche por  una hora más de sol al día.

Y el mundo dio un paso adelante mientras dormía para regalarme pedazos del azul del cielo que yo iré remendando hasta la noche de San Juan.

martes, 26 de marzo de 2013

Cada fin de mes comemos sobras...



Imagen de Felix Streuli


Comerte a bocados el corazón mientras mis dientes  se regocijan en sus migas.

Me pareció fácil cuando forcé la cerradura de tu pecho mientras me anudaba la servilleta al pescuezo.


Sin embargo, cuando tus débiles diástoles comenzaron a rebotar en mis carrillos, un sabor a sangre amarga se deslizó por mi garganta.


Quise vomitarte, pero no pude, ya estabas en mis venas.


Y supe, a golpe de infarto,  que querer quererte era la peor y más interminable de las indigestiones que desde ese momento sufriría.



martes, 19 de marzo de 2013

Charada


Imagen de Harmony Nicholas

Subí a aquel coche en marcha en el último instante en el que podría haberlo hecho.

Pude haberme matado, aquello ya empezaba a adquirir velocidad.

Cuando fui capaz de sentarme, arremangar mi falda, y  acoplar mis lindas piernas a aquel pequeño asiento, lo  que yo perseguía ya no estaba al alcance de mi vista.

Me incliné hacia delante, acomodé mi palma derecha a modo de visera en mi frente, y señalando con el dedo índice de la izquierda, cual avezada “cristóbala”, le dije al pequeño que tenía a mi lado.
-¡Rápido, allí, ya lo veo! ¡Siga a aquel trineo!!

El crío se precipitó a llorar a berreo en grito mientras estampaba a todo color, un cucurucho de dos sabores entre  mis pechos.
Confusa miré hacia delante, nerviosa miré hacia atrás,  no ví más que un remolino de carruajes  circular a toda velocidad.
 
Y grité, grité. Grité hasta desgañitarme reclamando pura ayuda. Vociferé al corcel de mi derecha, chillé al caballo de mar de mi izquierda.
-¡Deprisa, ahí! ¡Paren a ese trineo!!

Fue entonces cuando un hombre alto, enfundado en un peto azulo me asió del brazo y  quiso sacarme en volandas de aquel cadillac rojo descapotable y brillante.
 
Me zafé como pude, di tres pasos y un traspié, y me así con todas mis fuerzas al camión de bomberos de delante.

-    Déjeme, déjeme. Usted no lo entiende.

-    Pe..pe... pero señorita...

-    ¡No! Tengo que alcanzar ese trineo.  ¿No ve usted que en él va toda mi infancia?
Esta vez su voz fue firme y tajante: 
 
-    Señorita, ¿quiere hacer el favor de bajarse del tiovivo? ¿No ve que está asustando a los niños?

viernes, 15 de marzo de 2013

Dalicia en clave de Flor..



He bajado a por el pan, y cuál ha sido mi sorpresa que me ha explotado la primavera en la cara.

Se me han abierto dos brechas del impacto, una en cada mejilla. De ellas manan pétalos de flores amarillas, naranjas  y rosáceas.  No duelen, pero me hacen llorar.

Lloro confeti.  De mil colores. De cien olores. De diez sabores.

No sé cual elegir.  Se desparraman cuello abajo y voy dejando un reguero mientras regreso al portal.

Me acompañan hasta el rellano y se cuelan en casa, y a mí me pican los ojos, los froto  y dejo de brotar.

Voy a por la escoba y la tiro por la ventana, con ella se van las pelusas del invierno.

Y  me siento con todo abierto de par en par y me hago un té con los papelillos de colores.

La infusión me sosiega, me embriaga y me despliega. Se me hacen arco iris las venas.

Sonrío, me acuerdo, estamos a mitad de marzo. 

Como cada año, por estas fechas, renazco.

martes, 12 de marzo de 2013

Ese día no escribí nada del otro mundo, lo escribí de éste...

Imagen de Shindiego

Odio tener las manos tan frías.

Frías no, heladas, congeladas. Tanto que me duele de la piel hasta el tuétano.  Tanto que no hay nada que no toque, que no se retuerza y estremezca.

Pequeñas, muy muy blancas, con dedos finos y algo torcidos.  Se me marcan los tendones, y hace ya algún tiempo que me bailan las sortijas. Y las uñas, ni cortas ni largas, sino todo lo contrario, pero siempre un par rotas y más cortas.

Ahí las tengo, muertas de frío. Caminando de puntillas sobre el teclado por si algún milagro milagroso las atempera. Pero no, no caerá esa breva. Las yemas siguen azuladas, arrugadas y muy tiesas, gélidas, tanto que parecen de un muerto. No adivino el pulso.

Me toco el pecho para averiguar si estoy muerta.  Ya antes de posar la palma en la camiseta, siento el fresco. Me encojo, tirito y estornudo. Y sin embargo me palpo, me examino.

No doy crédito. El corazón me arde, tanto que me quema desde el pezón hasta el cardias.

Meto la mano dentro, muy hondo, muy profundo. Me araño los  latidos con la uña del dedo índice. Se me quema una cutícula.

Me levanto, voy al baño. Me lavo la cara con agua. Hago un pis. Vuelvo al asiento, retomo el folio.
 
Y no sé qué se puede escribir con las manos tan frías y el corazón tan caliente…

…algo templado, seguro.

viernes, 8 de marzo de 2013

Y a los días por, los hicieron día de... y perdieron su valor pero les montaron una fiesta.

Imagen de Kristijan Antolovic

No, yo hoy no quiero ser cómplice.

Me planto. Me niego en redondo.

Y no es que me rebele,  no es que quiera hacerme paladín de una nueva contracausa, no busco un altar, ni un aplauso, ni tan siquiera una silla en tu salón de debates.

Pero es así, y de ninguna otra manera, el hoy de hoy  me chirría, me hiere e incluso me insulta.

Lo temo, lo detesto, lo esquivo como puedo, pero algo en mí me tira de la lengua. Y me hace hablar, gritar, protestar. Pocas me entienden, están a otra cosa. Soy el garbanzo negro en este cocido de festividad mal entendida.

No quiero. No, no quiero tu rosa, tu emoticono feliz, tu foto de una top model jugando a ser hembra.

No quiero.  No, no quiero tu abrazo virtual,  soplar las velas de esa tarta imaginaria, ni acompañarte en tus brincos de anuncio de compresas.

No quiero. No, no quiero exaltar mi femineidad, ni ser más mujer, ni sentir que todas somos una en un día que nos hace más especiales.

Ah, no. Yo no voy más. Paradme ahí la ruleta que estoy hasta el coño de apostar, de esta nueva manera de decir que ser mujer es el no va más. 

Aquí hoy se pone una señal bien grande de prohibido el paso, por dignidad, por consecuencia, por respeto.

Por respeto a todas aquellas que todavía no tienen voz y son silencio que se pisa y se denigra.

Por solidaridad con todas las  que hoy no ven el día rosa, si no morado a través de un ojo hecho cardenal.

Por consideración a las que luchan todos y cada día de sus días, en lugares donde una voz se juega un tiro.

Por deferencia a esas mujeres, que hace 100 años gritaron al mundo que también eran ciudadanas, reivindicando sus derechos y una vida digna.

Por todas ellas, y por todo eso, yo, hoy que no es hoy, si no cualquier otro día… me niego formar parte de este inmenso anuncio de L’oreal que flota en el ambiente.

martes, 5 de marzo de 2013

Doctor, ¿ es depresión?. No señorita, es opresión.

Imagen de Julie de Waroquier



Silencio, silencio absoluto. 


El tambor de la lavadora gira y el tiempo se para.


Inmóvil el cielo y sus nubes, estáticos los pájaros en los cables de la luz, inerte la cortina sin ventana que ha sucumbido al capricho de tragarse el aire.


Silencio, silencio total.


El tambor de la lavadora sigue girando y el día se estanca.


Mi mirada se pierde y se atranca. Hoy hay poco que ver y nada que mirar. 


Paralizado el pulso y la sangre, quietas mis pestañas sin aletear, inanimado el pensamiento que ha tenido a bien aletargarse bajo mis cuencas.


Silencio, silencio mortal.


Sólo a lo lejos un leve murmullo de unas teclas que repican a destiempo, se rebelan  al sosiego y se niegan a callar.


Y es que cuando el silencio es tan denso, no queda más salida que gritar. 


Aún con los labios cosidos, la garganta cerrada y la lengua partida, aunque sea con los dedos… GRITAR!


sábado, 2 de marzo de 2013

El atardecer del sábado lo dejó en mis manos, y con mis manos os lo regalo.

Imagen de Ben Goossens

Te descalzas.

Y comienzas a subir al cielo de puntillas, por una escalera de silencios.

Ni un murmullo, ni un rastro de aire o viento, nada más que la ilusión intacta y un deseo.

Con cada peldaño un lastre menos, una sonrisa ganada, el corazón un tanto más ligero.

Caen mariposas negras por las rendijas de tus dedos, te dejan sola, por momentos.

Subes, subes… más allá de las nubes.

Alzas las yemas y tocas el cielo.

Como sólo tú sabes, mi equilibrista de sueños.