viernes, 20 de mayo de 2016

¿ Pena de Muerte ?


Muerte al pensamiento disperso, al sentimiento inacabado. Muerte a los presentes que lloran, a los pasados que roban. Muerte a los latidos inversos, a los dolores diversos. Muerte de morir poquito, como de morirte sin ganas. Muerte por fascículos, en cómodas entregas, a precios simbólicos. Muerte prestada. Muerte anunciada. Muerte pasada por agua. Agua morida" no mueve molino. Llegan tiempos amables de resurrección.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Campanilla


Me dijo Campanilla. Y después se rió en mi cara, con besos.
Será porque soy pequeña y sé volar. Será porque hago magia y me quedan bien las alas. Será porque brillo en la oscuridad y no hay jaula que me retenga. 
Cuentan los cuentos, que las hadas son los añicos en que se parte la primera risa de un recién nacido. Yo no lo sé. Sé pocas cosas. Las cosas tampoco saben de mí. Él sí, y me dijo Campanilla. Con besos, en ese lugar donde siempre me besa, ahora, mañana y nunca jamás. 


martes, 17 de mayo de 2016

Acariciar.


Me regalaste una caricia en las comisuras del pecho izquierdo. El que más te gusta, allí donde cae  el seno y la piel se hace cosquillas cuando te oye respirar. Me regalaste una caricia donde vive un lunar pequeño, donde no llegan los besos. Me regalaste una caricia mientras me recogía el pelo. Y yo, la perdí. No la encuentro. Y me hace falta.  Ahora tengo un lunar vacío, una teta llena, la melena suelta, las ganas revueltas, el hambre dispersa. Pero no tengo caricias. A pesar de dos manos, de dos manos que pesan, que pasan al vuelo sobre la piel inquieta. No es lo mismo. Nunca lo es. Si encuentro tu caricia, te la devuelvo. Así, con el pelo revuelto, y la vida sin peinar. Haciendo trenzas con mis dedos, te regreso las caricias que mentiste, mientras vuelvo a aprenderme a acariciar. 



domingo, 15 de mayo de 2016

Desnudando

Escribo desnuda. Me desvisto y guardo el pudor en un cajón. De la cómoda. Yo también. Sólo me pongo dos cosas. Naturalidad y pasión. La primera no me ha abandonado nunca. La segunda intenta resucitar como puede. Nunca me morí del todo, así que todavía hay posibilidades. Más que nunca. 
He tirado la técnica por la ventana. Es una lástima, parte de mi ortografía se ha ido con ella. Pero no me arrepiento. Sigo escribiendo de manera automática, por despecho, sin plan, ni ruta, ni una idea clara que me dicte como seguir. Espontánea. Inconsciente. Ingenua. Atrevida. Da lo mismo. Este medio anonimato es perfecto. Sin juicios. Sin valoraciones. Sin filtros. Del cerebro a a los dedos. Del corazón al cerebro. Del corazón a los dedos. Como el sexo. Puro impulso apasionado. 
Siendo mujer es complicado. Se tiende a confundir fresquez" con frescura. Explícito con demanda. Valentía con oferta. 
Sensualidad. Sexualidad. Palabras. Imágenes. Follar. Hacer el amor. Escribir. Placer. A éso se reduce todo. Al placer. Un buen vino. Una novela estupenda. Un risotto de erizos. Un cuadro de Jean Brueghel. Un polvo fantástico. El amor reside en la entrepierna. Ese calambre cálido e intenso, define algo que vale la pena. Que llama a la gula. A las ganas de más. Ese pequeño punto, es el erotismo. Todo lo que vaya más allá es pornografía. No tengo nada en contra. A veces es grato consumirla, pero no es mi estilo. Aún así, es difícil. Ser mujer y decir polla, follar, muslos, penetrar. Quieres provocar. Conformar una búsqueda. Encontrar. Mentira. 
Todo ésto para decir que echo de menos escribir con erotismo, atacar el teclado con furia y humedad, porque algunos me conocen, y el sexo da mucho reparo, siempre hay quien confunde escribir en primera persona con el "escritor". 

Y éso que escribo desnuda. Ahora que ya lo sabéis, quizá consiga nadar y guardar la ropa. En el cajón. El cajón de la cómoda. Ésa que navega por el margen del río. Abandonada a su suerte. Porque, una vez sumergidos en las letras, ¿ quien necesita vestirse? 

  

viernes, 13 de mayo de 2016

Ludopatía vital.

Bastante tensa está la cosa de cada uno como para aguantar. Uno es flexible hasta donde el músculo pincha en hueso, nos hemos partido demasiadas veces. Sin querer. Sin querer queriendo, por supuesto. Tomar las riendas tiene un precio. El peaje del camino que no se rentabiliza hasta que llegas a casa. Cualquiera que sea, si la  hubiese. Puede que el trayecto sea construir ese hogar que te quema en la ausencia del pecho izquierdo. Una vez dulce, el dulce hogar, aquellas monedas perdidas se nos antojan limosna. Mientras, siguen doliendo los cheques en blanco. Nadie apostaría por uno mismo. De momento. Pérdidas para lograr ganancias. Colección de vacíos mientras hilvanas el forro de tu propio saco. 

Ya no leo blogs. Siento no sentirlo. Escribo uno porque tengo ganas de escribir. No de leer. Escribo uno porque tengo ganas de compartir. No de comentar. Pierdes. Tú. Pierden. Ellos. El interés. Pocos son fieles. Pocos son verdad. Se trata de nutrir. De retroalimentar. De quid pro quo. De yo vengo si tú vienes. Esfuerzo. Que cansa. Que mata. Mata escribir. Mata las ganas. Asesinos. Nos morimos los unos a los otros por ego. Y tú más. 

Ya no me comenta. Pero me lee. Lo siento. Bastante tiene con lo suyo como para haber abierto una puerta que jamás abre, y que se le cuele la ingratitud. Entiende. Comprende. Pero está harto. O no. Ya le llega lo real, y total. Ésto es virtual. Amigos pocos. Contados con una mano. Como debe ser. La confianza da asco, y entró la peste por el hambre. Y yo menos. 

Ya no hay apenas "me gusta". Siento sentirlo. Murió la pasión aquel día que decidí mal. Reí durante algún tiempo, me aferré a una vida de mentira. Se aburrieron. Demasiado sube y baja. Demasiado baja y sube. Si la vida no tiene paciencia, cuanto menos personas con sus propios viajes impacientes. Ni más, ni menos. 

Aritmética emocional para un día que lloran chuzos de punta. Aniversario del todo y de la nada. Cansancio de un duelo infinito que ya molesta de puro amor propio. Soledad de una vida anunciada. Si son cien años me muero. Sin crónicas. Fulminante. A veces necesito amor. A veces necesito sexo. A veces necesito gafas. Mirar con ojos de niña nueva de pupilas por estrenar. Y ver, al fin. Todo aquello que merece ser visto. Echarme a perder. Echarme a ganar. Hecharme, sin que me importe ganar, ni perder. 


martes, 10 de mayo de 2016

Política


Hablo poco de política. Ahora. Antes escribía más. No aquí. Allí sí. Es complejo hablar de política. Hay que tener datos además de ideas. Hay que tener ideas basadas en datos además de sentimientos. No basta con la pasión.
Yo no sabía nada de nada. Ahora tampoco sé mucho. A veces me esfuerzo, pero sigue habiendo materias que se me resisten. Leo y me aturullo. Necesito un apoyo oral explicativo. Me considero inteligente. No un genio. No una superdotada. Nada fuera de lo común. Tengo más sensibilidad que inteligencia. Una vez me dijeron poeta. No lo creo. Cada vez prescindo más de etiquetas. Pero para hablar de política son más que necesarias. Y yo me pierdo. 
Estos días leo un libro sobre la guerra de Stalingrado. Me atrae la temática nazi. Se apodera de mí una sensación tan doble como cierta: el horror y la fascinación. Lloro, me sublevo, me indigno, me sobrecojo, me duelo, me sangro, y debo seguir leyendo. Quizá es morbo. Quizá es que una no puede creer del todo que sucedieran tales atrocidades, a pesar de ser consciente de que pasaron. Pasan. Y volverán a pasar. Leo sobre pasados, y al mismo tiempo me informo sobre presentes, averiguo posibles futuros. El ser humano. Tiene poco de ser y de humano, y sin embargo vive en la creencia de su supremacía sobre las especies. Dentro de nosotros habitan subespecies, más débiles o menos interesantes para los objetivos de las épocas reinantes. Hay la misma compasión con ellos que la que se depara a los bichos molestos. No hace falta ser fascista, totalitarista, o cualquier otro ista, de ésos que se me resisten en la memoria. Divago. Perdonad. Es dificil. Pero necesario.
A través del libro descubro mentes que debían ser privilegiadas. Hace casi un siglo, personas con formaciones básicas, leían a Tolstoi, Dostoyevski, y los entendían. Mencionaban al Troskismo, al Leninismo, al Stalinismo como quien habla del vecino de enfrente. Me pierdo entre ésos renglones. Como me pierdo tantas veces en discusiones políticas. Datos. Nombres. Fechas. Sé muy poco de todo éso. Movimientos. Partidos. Historia. Apenas abarco una docena de conceptos. Aún así, tengo ideas. Ideales no creo. No me afilio, no me caso. Entiendo lo justo. Pero no me desentiendo.
Si no sabes de ajedrez, carece de importancia. Con no jugar, ni acercarse a quien esté jugando una partida, es suficiente. Igual que a las cartas, el parchís, la alta cocina o la manicura. Con la política no. Vivimos inmersos en ella. Es la que nos dicta como vivir. Uno no puede retrotraerse. O puede. Pero ella no lo hace de ti. 
Va a sonar pueril. No importa. Tengo ideas. Propias. Aunque de alguna parte vendrán. Nada es espontáneo, ya hoy en día. Pocas cosas. Voto. Gusto de votar. Aprovecho mis derechos que todavía no han sido cercenados. Quedan pocos. Debo ser una romántica. Voto a aquello que creo que es más justo. No sólo para mí. Para todos. Me siento de izquierdas. Sin saber a cuanta distancia estoy. Creo en nada. Creo en todo. En este país es casi imposible creer. Volvemos a vivir una época de miedos. A quien se le tiene terror no se le tiene compasión, y una vez inculcado el miedo, ya está sembrado el cultivo del odio. Ahí muere el ser. El humano. Idomeni está lejos. Niños invisibles. Sospechosos. Que los aloje otro. Aquí vendrían a robar. Posibles yihadistas. Mejor no informarse. Quedémonos con verdades a medias. Si hay una posibilidad, mejor odio que generosidad. Somos implacables. Terminaremos comiéndonos los unos a los otros.
Sé que estoy hablando un poco de todo y un mucho de nada. Así piensa la cabeza de alguien que sabe poco algo pero tiene  muchas ganas. Alguien que ya no cree en los medios informativos, ni en sus vecinos, ni en los de arriba, ni en los de abajo, que le cuesta incluso creer en ella misma. Pero con, o sin datos, es consciente de que algo debe cambiar, porque así vamos muy mal. Demasiado mal. 
He llegado a cogerle una inquina poderosa al psoe, más incluso que al pp. Me parecen incluso más indignos. Los segundos no se esconden. Socialistas. Obreros. Ja! Derogarán la propia reforma laboral que ayudaron a instaurar. Muñecos. No queda nada de donde partieron. Intereses. Sé poco de política. Sin embargo pienso que formar parte de ella, de ejercerla, debería ser un fin, no un medio. Puertas giratorias.
Y todo ésto no es más que un desahogo. Una retahíla de palabras sobre lo poco que sé, y lo mucho que siento. Yo que he tenido que hacer voto útil en este juego de Dhont que nos han colado. Yo que he tenido que creer el estado de bienestar es consumir y no vivir. Yo que no veo apenas diferencia entre la dictadura fascista y la dictablanda democrática. Yo que padezco un rey elegido por la mano de Franco. Entiendo poco, pero sufro mucho.  Decidí salir a las calles en su momento. Tres años después decidí no volver a salir. Hoy confluyen algunos de los que salían delante de mí. Me parece algo bueno. Hay quien se resiente porque su voto se pierde. Creo que gana. Las cosas están torcidas. No van a arreglarse nunca, pero creo en un mundo un poco más derecho. Con más derechos. Sigo siendo una romántica. Apasionada y descreída. Que no entiende de política. Se explica medio mal. Y a veces no se entiende ni a sí misma. Vivimos tiempos horribles, temibles. Considero que estamos en un punto de inflexión tremendamente importante. El TTIP me acojona. La globalización más. Y todo aquello que no entiendo, pero vislumbro, me tiene el vilo de un pánico vital. Menos mal que no tengo hijos por quienes sufrir. 
Supongo que todo se reduce a ésto. Ser honesto en la vida. Lo intento todos los días. Por éso no entiendo de política. 



lunes, 9 de mayo de 2016

Cuenta agotas

Lunes y llueve. Los lunes llueven distinto. Son más grises, también pesan más. Fosa común de los domingos perdidos que también llovieron. Mojado el principio de un fin se asemeja al fin de un principio. Así se derrumban las semanas antes de empezarlas. Con los pelos revueltos y el elástico del pijama colgando. Haces pis, bebes, te duchas, vuelves a hacer pis. Agua por todas partes. Todo es agua. Todo es lluvia. Escribo con la manta del sofá sobre mis hombros. Vuelve a hacer frío para las mangas cortas. Vuelve a hacer pereza para ir a por las mangas largas. Llueven sonidos punzantes. En la ventana, sobre el teclado. Se confunden. Se hacen el amor. Ahora llueve en la pantalla. Eyaculan. Gritan. Caen. Revueltas. Absurdas. Secas. Aquí no ha llovido nunca, ahora que vuelve a llover.



jueves, 5 de mayo de 2016

Cállame tonto


Ese silencio previo a un beso desordenado. Labios callados tomando contacto. Emoción de la expectativa. Ansiedad apasionada. Nervios desorientados en la punta de latido intenso. E inmenso. Silencio en la punta de las lenguas. Electricidad húmeda. Calambre en el mismísimo centro del ombligo. Hambre. Devorar. Como si llevases siglos muerto de inanición. Apagar la sed con la saliva del otro. Fruta. Fresca. Llena de comisuras imposibles. Dulces. Saladas. Sensuales. Sexo en un beso. Sin más sonido que un cielo mojado abriéndose paso en los infiernos de un paladar desorbitado. Si es un buen beso. No pensarás en nada. Sólo tendrás tiempo a pedir más pedazos de piel. U otro beso mañana. Mañana. Por la mañana. Será viernes. Hace calor. Dejo la barrita de cacao en la mesilla. Huele a vainilla. Sabe a vainilla. Parece vainilla. No es un beso.

 

martes, 3 de mayo de 2016

Si morirse.

Si morirse fuera sólo un rato y la vida siguiese su curso después como si hoy, si ayer,si yo,  si tú, si él, no hubiese pasado nada. Ahora sería el día perfecto.