Llegó un día en el que
se le rebelaron los personajes, lo
cogieron a traición por el pescuezo e intentaron ahogarle. Recuerdo que
gritaba
como un cerdo, suplicaba como un niño y lloraba como un cura. Se
arrodilló cual puta, cual devota, cual esclava. Maldijo como un viudo,
como un
cautivo, como un penitente. Murió del
susto con un rictus en la cara que nadie supo interpretar. Bajaron el telón de
inmediato, había sido un espectáculo lamentable; sin embargo nadie reclamó el
importe de la entrada.