Ayer encontré una víscera en el cajón de los zapatos. Sin anudar. Los cordones los llevaba yo en el cuello. Me los puse. Ahora tengo un mocasín en el pecho y una bailarina en la pelvis. Camino de puntas sobre el corazón y el hígado. A mi espalda un reguero de sangre. Como cada vez que me muero cuando me matas.