martes, 10 de mayo de 2016

Política


Hablo poco de política. Ahora. Antes escribía más. No aquí. Allí sí. Es complejo hablar de política. Hay que tener datos además de ideas. Hay que tener ideas basadas en datos además de sentimientos. No basta con la pasión.
Yo no sabía nada de nada. Ahora tampoco sé mucho. A veces me esfuerzo, pero sigue habiendo materias que se me resisten. Leo y me aturullo. Necesito un apoyo oral explicativo. Me considero inteligente. No un genio. No una superdotada. Nada fuera de lo común. Tengo más sensibilidad que inteligencia. Una vez me dijeron poeta. No lo creo. Cada vez prescindo más de etiquetas. Pero para hablar de política son más que necesarias. Y yo me pierdo. 
Estos días leo un libro sobre la guerra de Stalingrado. Me atrae la temática nazi. Se apodera de mí una sensación tan doble como cierta: el horror y la fascinación. Lloro, me sublevo, me indigno, me sobrecojo, me duelo, me sangro, y debo seguir leyendo. Quizá es morbo. Quizá es que una no puede creer del todo que sucedieran tales atrocidades, a pesar de ser consciente de que pasaron. Pasan. Y volverán a pasar. Leo sobre pasados, y al mismo tiempo me informo sobre presentes, averiguo posibles futuros. El ser humano. Tiene poco de ser y de humano, y sin embargo vive en la creencia de su supremacía sobre las especies. Dentro de nosotros habitan subespecies, más débiles o menos interesantes para los objetivos de las épocas reinantes. Hay la misma compasión con ellos que la que se depara a los bichos molestos. No hace falta ser fascista, totalitarista, o cualquier otro ista, de ésos que se me resisten en la memoria. Divago. Perdonad. Es dificil. Pero necesario.
A través del libro descubro mentes que debían ser privilegiadas. Hace casi un siglo, personas con formaciones básicas, leían a Tolstoi, Dostoyevski, y los entendían. Mencionaban al Troskismo, al Leninismo, al Stalinismo como quien habla del vecino de enfrente. Me pierdo entre ésos renglones. Como me pierdo tantas veces en discusiones políticas. Datos. Nombres. Fechas. Sé muy poco de todo éso. Movimientos. Partidos. Historia. Apenas abarco una docena de conceptos. Aún así, tengo ideas. Ideales no creo. No me afilio, no me caso. Entiendo lo justo. Pero no me desentiendo.
Si no sabes de ajedrez, carece de importancia. Con no jugar, ni acercarse a quien esté jugando una partida, es suficiente. Igual que a las cartas, el parchís, la alta cocina o la manicura. Con la política no. Vivimos inmersos en ella. Es la que nos dicta como vivir. Uno no puede retrotraerse. O puede. Pero ella no lo hace de ti. 
Va a sonar pueril. No importa. Tengo ideas. Propias. Aunque de alguna parte vendrán. Nada es espontáneo, ya hoy en día. Pocas cosas. Voto. Gusto de votar. Aprovecho mis derechos que todavía no han sido cercenados. Quedan pocos. Debo ser una romántica. Voto a aquello que creo que es más justo. No sólo para mí. Para todos. Me siento de izquierdas. Sin saber a cuanta distancia estoy. Creo en nada. Creo en todo. En este país es casi imposible creer. Volvemos a vivir una época de miedos. A quien se le tiene terror no se le tiene compasión, y una vez inculcado el miedo, ya está sembrado el cultivo del odio. Ahí muere el ser. El humano. Idomeni está lejos. Niños invisibles. Sospechosos. Que los aloje otro. Aquí vendrían a robar. Posibles yihadistas. Mejor no informarse. Quedémonos con verdades a medias. Si hay una posibilidad, mejor odio que generosidad. Somos implacables. Terminaremos comiéndonos los unos a los otros.
Sé que estoy hablando un poco de todo y un mucho de nada. Así piensa la cabeza de alguien que sabe poco algo pero tiene  muchas ganas. Alguien que ya no cree en los medios informativos, ni en sus vecinos, ni en los de arriba, ni en los de abajo, que le cuesta incluso creer en ella misma. Pero con, o sin datos, es consciente de que algo debe cambiar, porque así vamos muy mal. Demasiado mal. 
He llegado a cogerle una inquina poderosa al psoe, más incluso que al pp. Me parecen incluso más indignos. Los segundos no se esconden. Socialistas. Obreros. Ja! Derogarán la propia reforma laboral que ayudaron a instaurar. Muñecos. No queda nada de donde partieron. Intereses. Sé poco de política. Sin embargo pienso que formar parte de ella, de ejercerla, debería ser un fin, no un medio. Puertas giratorias.
Y todo ésto no es más que un desahogo. Una retahíla de palabras sobre lo poco que sé, y lo mucho que siento. Yo que he tenido que hacer voto útil en este juego de Dhont que nos han colado. Yo que he tenido que creer el estado de bienestar es consumir y no vivir. Yo que no veo apenas diferencia entre la dictadura fascista y la dictablanda democrática. Yo que padezco un rey elegido por la mano de Franco. Entiendo poco, pero sufro mucho.  Decidí salir a las calles en su momento. Tres años después decidí no volver a salir. Hoy confluyen algunos de los que salían delante de mí. Me parece algo bueno. Hay quien se resiente porque su voto se pierde. Creo que gana. Las cosas están torcidas. No van a arreglarse nunca, pero creo en un mundo un poco más derecho. Con más derechos. Sigo siendo una romántica. Apasionada y descreída. Que no entiende de política. Se explica medio mal. Y a veces no se entiende ni a sí misma. Vivimos tiempos horribles, temibles. Considero que estamos en un punto de inflexión tremendamente importante. El TTIP me acojona. La globalización más. Y todo aquello que no entiendo, pero vislumbro, me tiene el vilo de un pánico vital. Menos mal que no tengo hijos por quienes sufrir. 
Supongo que todo se reduce a ésto. Ser honesto en la vida. Lo intento todos los días. Por éso no entiendo de política. 



1 comentario:


  1. me gustó mucho como lo escribiste...muchas veces no sé como explicar como siento esto de la política o del mundo en general...
    lo bordaste
    al menos para mi

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