martes, 17 de mayo de 2016

Acariciar.


Me regalaste una caricia en las comisuras del pecho izquierdo. El que más te gusta, allí donde cae  el seno y la piel se hace cosquillas cuando te oye respirar. Me regalaste una caricia donde vive un lunar pequeño, donde no llegan los besos. Me regalaste una caricia mientras me recogía el pelo. Y yo, la perdí. No la encuentro. Y me hace falta.  Ahora tengo un lunar vacío, una teta llena, la melena suelta, las ganas revueltas, el hambre dispersa. Pero no tengo caricias. A pesar de dos manos, de dos manos que pesan, que pasan al vuelo sobre la piel inquieta. No es lo mismo. Nunca lo es. Si encuentro tu caricia, te la devuelvo. Así, con el pelo revuelto, y la vida sin peinar. Haciendo trenzas con mis dedos, te regreso las caricias que mentiste, mientras vuelvo a aprenderme a acariciar. 



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