viernes, 29 de abril de 2016

Malos sueños para la lírica.

Traidora la noche. Traidor el subconsciente. Traicioneros los sueños. Dormir no es fácil a veces. Descansar, menos. Ya he guardado en el cajón los pijamas largos. Subo a la cama con mis piratas de algodón fucsia, agarro las sábanas de rayas azules, naranjas, verdes, marrones y fresa, tiro, luego hago lo mismo con el peso del nórdico y su colcha clara y me dejo caer sobre la almohada. Es viscolástica. Las cervicales. Me giro un poco. Me arropo un tanto más. Adopto posición fetal hacia la derecha, mirando a las cortinas turquesa de la ventana, apago la luz, me retiro el pelo de la cara, y cierro los ojos. Tengo unas pestañas cortas pero suaves. Tengo unas manos pequeñas pero finas. Y la diestra corre bajo la almohada. Huele a jabón de marsella. A limpio. A suavizante fresco. Silencio. Pienso, Pienso en que quiero soñar. Con quien. En dónde. Cómo. Sólo una de ellas. O en todas a la vez. Hay mar. O puede que un río. Agua, seguro. Es primavera veraniega. Verano primaveral. Una brisa leve. Un sol de casi mediodía. Barcas. Redes. Huele a xoubas. A parrochitas. A sardinas. Alguien ha encendido una pequeña fogata. Se riza el mar, se me eriza el vello. Se me enreda mi media melena, y la falda. Descalza se pisa mejor el suelo. Espero a alguien. O algo. Me espero a mí. Calma. Mucha calma. Prima el paisaje. También yo. Alguien me abraza la cintura. Un él o una ella. Siento calor en la espalda, en la nuca, en el estómago. Todo va bien. Llega a mi nariz el olor del pan, Debe ser mi casa. Seguro que vivo cerca. De la arena, del bosque, de la salitre, de la hierba. A lo  mejor tengo perro, uno pequeño, quizá ya les haya perdido del todo el miedo. Hay una hamaca. Y un columpio. Una habitación doble completamente blanca. Es blanca la casa por fuera, y hay cocina de leña, horno de hierro, una mesa enorme donde hacer ensaladas, y dejarse hacer el amor. Dura y resistente. Con bancos alrededor, y unas escaleras hacia arriba, que llevan a un patio lleno de macetas, con plantas aromáticas, y ropa clara tendida al sol. Pienso. Intento soñar. Me vence el sueño. Maldito. Traes lo que no quiero. Lo que intento. Lo que debo. Lo que creo que ya pude, olvidar. Vueltas. Vueltas. Y más vueltas. Me rebelo contra el sueño. Me rebelo. Lo paso mal. Ha vuelto. Quiere volver conmigo. Vuelve a hacerme daño. Me coge de las muñecas, no quiere soltarme. Me obliga a agacharme. Intenta que abra la boca. No quiero. Pataleo. Consigo zafarme. Me agarra. Me empotra contra la cama. Me sujeta. Se ríe. Le siguen faltando tres muelas. Duele. Duele mucho. Ya no sé si más abajo, o más arriba. Pero duele muy adentro. Soy la única que te ha querido de verdad. Y rompo a llorar. Vuelve a decirme que nunca me quiso. Que me sigue usando. Que le busque cuando despierte. Me enseña una foto. Mira que feliz soy. Tú no. Tú no. Tú no. Despierto llorando. Ruedan las lágrimas. Rueda el sueño. Rueda la angustia. Es de día. Me despiertan las obras del solar de al lado. Nunca un motor de una grúa fue tan música. Y es viernes. Por fin. Por principio. Salto de la cama y me dispongo a vivir. A seguir. Con una migaja de angustia metida en el cuerpo. Me duele el pecho. Me lloran los ojos. Me lavo la cara. Está fresca el agua. Vete de mí, vete de aquí. Debo seguir confiando. En mí. Sólo es una mañana torcida. Un mal sueño. Un recuerdo. Un poco de él que todavía sigue conmigo. Invoco al olvido. A los dioses en los que no creo. A mi alma de colores.  A la luz de mi sonrisa. A las letras. Hay quien toma pastillas para soñar. Mi droga es escribir lo que siento. 
Vivo, escribo, luego aprendo. 

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