Guardaste en el cajón más desvencijado de la
cómoda todos aquellos abrazos que nos quedaban por dar. Lo cerraste a
puro golpe de llave de olvido, con tal fuerza que el herrumbroso metal
saltó rebotando por toda la estancia. Cayó a plomo en el agujero más
grande y yermo del colchón, del lado donde hace ya tiempo que tú no
dormías. Con la maleta llena de todo el vacío con el que me miraban tus
ojos, rompiste la puerta y tus pasos de un portazo confirmando en un
silencio despedazado, que jamás ibas a volver.
Mis lágrimas corrieron a la pared para ver su dolor en el espejo que ya no había. Siete años de mala suerte decían, y hacía ya ocho que tú no me tocabas.
Mis lágrimas corrieron a la pared para ver su dolor en el espejo que ya no había. Siete años de mala suerte decían, y hacía ya ocho que tú no me tocabas.
Fue escrito para otro lugar, pero me apetecía ponerlo por el asombro, la satisfacción y el rubor que provocaron en mí las palabras que surgieron tras su lectura...
Precioso, como siempre. Y un final absolutamente redondo, juagando con los años y las supersticiones.
ResponderEliminarAplauso. Y besiño, de regalo.
¡ muchísimas gracias! que te lean así no tiene precio.
Eliminarbico
Una pieza de mucha tristeza, Dalicia, en la que la prosa limíta con la poesía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espero saber traspasarlo algún día.
EliminarBesito.
Me encanta
ResponderEliminarY a mí me alegra infinito. Gracias.
EliminarBesiño.
El tacto esa luz que a veces es oscuridad
ResponderEliminarmi beso
El arañazo, la aspereza....
EliminarBeso.
Ocho años son mucho tiempo.
ResponderEliminarDemasiado.
Eliminarbesin.