Fotografía de Lissy Laricchia
La puerta no se abría. Por más que giraba el pomo una y otra
vez, no había manera.
Me ayudé de la fuerza de mi hombro a la vez que de mis
labios brotaba un gemido y mis pies se convertían en palanca.
Nada.
Golpeé con el alma en mis puños y mi desesperación cayendo
en forma de lágrimas.
Supliqué al aire y maldije a gritos, mientras me desgañitaba
en silencio.
Pateé sin tregua hasta destrozarme los zapatos y las medias,
hasta que se me cayeron las esperanzas del bolsillo.
Me arrodillé intentando reunirlas para volver a
guardarlas. Sólo conseguí atrapar una.
La acaricié con ternura, y ella agradecida le susurró a mis adentros: ¿Por qué
no pruebas a llamar, tontuela?
Reconfortada, y desconfiada, me puse en pié. Alisé mi falda, apoyé mi febril frente sobre la
puerta, y llamé suavemente con mis desollados nudillos sobre la madera.
Ante un crujido chirriante y seco, la puerta se abrió de par
en par, y toda la luz que albergaba en su interior huyó hacia mí.
Di un paso al frente sin mirar atrás, y bajo el quicio de la
puerta comprendí que en la sencillez está la llave.
Di un paso más, y me dispuse con esa nueva arma a
recibir toda la belleza que me esperaba al otro lado.
Cierto, Alicia, cierto... hay puerta que se abren llamando sencillamente. Otras hay que derribarlas a patadas y trompazos. Lo difícil es saber a que puerta hay que llamar.
ResponderEliminarSiempre llamar primero, y si quieren dejarte pasar...
ResponderEliminarMuy lindo! A la fuerza no se consigue nada o casi nada.
Un abrazo
Precioso. Es así, detrás de la sencillez, está la belleza absoluta.
ResponderEliminarPor fin puedo publicar. He tenido que hacerlo recuperando mi cuenta de Google. :)
EliminarA veces tenemos tantas ganas de ver lo que se esconde detrás de las puertas que nos olvidamos de lo más importante,llamar y esperar a que nos abran.La curiosidad del ser humano puede más que sus formas,pero merece la pena correr el riesgo de intentar abrirla de todas las formas posibles.Es mejor pedir perdón por las formas que no arrepentirse de no haber sido valiente para ver lo que nos esconden las puertas que nos tienen encerrados en la inopia.Excelente reflexión Dalicia.Siempre a sus pies!!! Petons <3
ResponderEliminarque lindo relato, tan sencillo, toc, toc y ya...
ResponderEliminarcuándo aprenderemos a llamar sin más?
Bicos
Brillante*
ResponderEliminarun abrazo
Una sonrisa derriba puertas y traspasa armaduras.
ResponderEliminarQue bonito!!!!!! Tan facil era....
ResponderEliminarY la siguiente puerta tendrá una llave diferente, así es la vida.
ResponderEliminarHola Dalicia.
ResponderEliminarVengo desde otra dirección: kusuhara.blogspot.com no es gran cosa, pero es cambio que necesitaba.
De puertas que no se abren está llena mi vida. Y no me preocupa tanto hasta que alguna de ellas se acerca tanto que me devora la intriga y entonces intento abrirla. Por todos los medios posibles. Seguro que tú estás pasando por algo muy similar. Cómo demonios voy a saberlo? En fin, Cuidate, querida y que los dioses te bendigan.
bss!