Berta tenía los pezones como timbres de castillo. Redondos, orondos y sobresalientes. Cum Laude, dirían algunos.
Erguidos, rosados y rosáceos, de areolas rotundas, esféricas y
centradas.
Tanto si hacía frío como calor, emergían inhiestos,
traviesos e inflamados. Eran como aquellas canicas con las que jugábamos
antaño, pero con una textura firme y
carnosa proclive a pellizcar y acariciar.
Berta tenía por norma encremarlos y domarlos cada mañana,
durante media hora al menos. Con su
botecito de loción hidratante, se sometía a la placentera tarea de acicalarlos
y reafirmarlos.
Después, salía al balcón y regaba las plantas desnuda de cintura
para arriba. Y mientras los pétalos de los geranios le cosquilleaban los
pechos, ella le mandaba besos de aire al vecindario de enfrente.
Berta adoraba sus pechos, amaba sus tetas, se maravillaba
con sus senos, vivía orgullosa de, con y para su escote.
En casa jamás usaba parte de arriba, en la playa
tampoco, y había días que si no hacía
demasiado frío bajaba la basura pechuga en ristre.
Era la comidilla femenina del barrio, y la merendilla
onanista masculina de la manzana. A
ella, como no, le traía sin cuidado. Sabía que sus tetas eran la envidia de
ellas, y el deseo de ellos. Así que eso la inflaba de una manera brutal, y a la
vez sensual.
Tanto se le inflamó el deseo y el pecho, que sus manos
comenzaron a mostrarse escasas. Tuvo que buscar refugio en lugares ajenos e inciertos. Poco a poco
aquellos senos, fueron siendo cada vez menos de ella y cada vez más de otros,
hasta que de tanto repartirlos se le fue cuarteando la piel y el lustre.
Berta empezó entonces a taparlos, a sujetarlos y
camuflarlos. Se cruzaba de brazos en la
parada del autobús, usaba echarpes en el trabajo y una bata bien pertrechada en
casa.
Los pechos se descolgaron, los
pezones se le pudrieron y las estrías y
arrugas camparon a sus anchas. Tanto y
de tal manera que el busto se le hizo pellejo.
No pudo soportarlo, se suicidó una mañana de enero. Se colgó de un
sostén frente al espejo.
Algunos diarios se hicieron eco: Encontraron mujer en su piso muerta. Todo apunta a un suicidio. La autopsia es
clara: fue a causa de un despecho.
Pura ley de la gravedad : cuanta más edad, mas grave.
ResponderEliminarPara ella sí que fue grave!!! ;)
Eliminarbss
Muy bueno el relato... Me gusta como escribes; enhorabuena. Es un placer leerte.
EliminarMuchas gracias Jenaro. Me alegra enormemente :D :D :D
Eliminarbss
Genial.
ResponderEliminarBicos
Shazam!!! ;)
Eliminarbss
Como juego de palabras te ha quedado redondo, pero qué machismo!
ResponderEliminarDalicia, te has pasado un cuarto de pueblo con la pobre Berta, a todas se nos caerán algún día las tetas, igual que a los hombres les colgará y no se les levantará por los jamás de los jamases el pepino lo enseñen o no. :P
Bessos.
Aquí no encontrarás ni machismo, ni feminismo, ni hembrismo. Mis historias discurren ellas mismas por donde les place. Hoy son tetas que tienen vida propia, igual otro día saldrá una prostatitis equilibrista en el circo de las pulgas... quien sabe. Nunca hay que buscarle tres pies al relato, ni salirse del humor que lo envuelve... si no, quizá, te pierdas lo más interesante.
EliminarBss
Las buscamos en cuanto llegamos a este mundo...
ResponderEliminarEn algunas encontramos sosiego... en otras, regocijo... y en las otras, placer...
Es lo que tiene el amor por las tetas...
(por cierto, hubiese preferido otro final, pero es tu madriguera)
Mis finales tienen tanto de incierto como mis comienzos....
ResponderEliminarLa inspiración y la mente, que se retuercen y culebrean por donde menos se espera ;)
bss
Colgarse con un sostén es un concepto, cuanto menos, inquietante. En el caso del hombre, la erección del ahoracado estaría doblemente justificada...
ResponderEliminar;-)))
Si se ahorca con un preservativo.... No sé, no sé yo. ;)
Eliminarbss!
Me encanta como discurre el relato, sobre todo cuando va en declive, como vamos todos.
ResponderEliminarUn placer de tetas y de carretas.
Abrazos
Me encanta la visión que has percibido :)
EliminarDos placeres, dos!!! ;)
bss!
Me encantan las tetas de doble curva, las que que bajan en curva ligera (lógicamente más acentuada por la parte inferior) hasta la areola y ahí se transforma en una curva distinta y más pronunciada que remata en el pezón. Estéticamente, las curvas de la mujer alcanzan habitualmente su plenitud en sus senos, aunque la curva del cuello y la del final de la espalda son curvas perfectas, que cualquier piloto quiere recorrer.
ResponderEliminarNo sé si las he entendido bien... es complicado así sin verlas xDDDDD
Eliminarbss!!
siento enormemente el despecho de Berta, y voy raudo a la consulta por aquello de los cuelgues....... no vaya a ser ...
ResponderEliminarConsulte también la papada, no se olvide, es muy importante. ;)
EliminarBss!!
Pues una pena no haber disfutado tambien del recuerdo de lo que en su dia le proporcionó tanto placer.
ResponderEliminarDebió tirar el espejo hace tiempo
Lástima que el consejo llegue tarde... Pobre.
EliminarBss!!
Es que las cosas buenas hay que reservarlas.
ResponderEliminarLo malo es que de tanto reservar se hacen añejas... y no todo es como el vino ;)
Eliminarbss!
Uf, las tetas. Mi pasión y debilidad. Indescriptible la fascinación que pueden llegar a producirnos, a producirme en particular. Como un buen relato. Como este, por ejemplo. Pero el placer orgásmico del inicio ha pasado a ser, casi repentinamente, exabrupto dramático al final y me deja en el cielo del paladar un regusto algo amargo. Como un polvo inacabado interrumpido por un triste pensamiento.
ResponderEliminarJoder!!!!! :p
Eliminarbss