miércoles, 29 de junio de 2016

Lúcida.


Recuerdo aquella luz al principio del túnel. Como si fuese hoy. Miro esta luz al final del túnel. Como si fuese ayer.
Ahora cierro los ojos. Esa luz comienza a verme, comienza a recordarme. Como si fuese nunca. 



jueves, 23 de junio de 2016

Orugas azules.

Pequeña. Pequeña. Pequeña. Soy pequeña. Me digo. Eres pequeña me dicen. Pequeña. Me dijo. No supo que era enorme en mi inmensa pequeñez. Como si medir poco fuese un dato. Como si la bajura diese bula a la facilidad de enamorarse de mis pies. Tan pequeños. Tan ricos. Tan monos. Chiquitos ellos. Chiquita yo. Tan chiquita que cabría en un abrazo sincero. Ahí, apretada entre los codos de alguien dispuesto a querer sin querer. Pequeña. Así, como de mentira. Cuando nada había encerrado una verdad tan grande que da miedo pronunciarla. Pequeña y verdad. Verdad y pequeña. Algo insoportable para la oscuridad. Podría tapar siete soles con un dedo. Con esta pequeña yema coronada por una uña todavía menor. Siete soles en la punta del dedo. Nunca dios fue tan pequeña. Dios con ganas de llorar. Pero se aguanta. Crear un mundo en siete segundos es fácil, pero también difícil. Hornadas de mundos recién hechos cada mañana al anochecer. No quepo en ninguno. Ninguno me cabe. Estallan. Mira, galaxias. Estrellas. Yo también me estrello. Mira, otra vez. Pum. Soy la galaxia. El agujero negro sin otro lado del espejo. Soy las estrellas. Y los meteoritos. Soy todos los mundos. Rescato luces a punto de apagarse. Mira como floto. Mira como estallo. Mira como me desintegro. Mira a dios jugando a ser niña. Mira como no lloro. Ya no lloro más. Me como tus sonrisas para merendar. A la hora del te. A la hora del tú. A ninguna hora. Se ha roto el reloj. Su manecilla. Una mano pequeña. Pequeña. Mínima. Que gran caricia. Se me para el corazón. Las piedras grandes no saben andar. Benditos pies pequeños. Mañana crearé el infierno. 


jueves, 9 de junio de 2016

Una despedida cualquiera.

Conjugar el fallo propio con el ajeno se sale fuera de cualquier verbo existente. Yo duelo. Y te vistes de negro. Negro perenne. Como el invierno en pleno verano. Este de los pies calientes y el corazón helado. Marchito. Negro. Negro perenne. Suicidio del color en una tarde donde no sucede ni seduce nada. Hostia a mano abierta sin cura, ni redención. Me rindo. Me rendí hace tiempo. Nunca lo supe. No llegaré a saberlo. Todo el mundo miente. Cuanto menos dicen que  mienten, menos verdades encuentras. Menos es más. Más mentiras en una pequeña verdad. Aquel que no vale nada, resulta que interesa. Ya no te creo. Llevo las espaldas cubiertas de un año de daño, con rima de dolor, con vértebras sustentadas en doce meses de mentiras. Mentiras. Hacen un daño estupendo. Duelen de maravilla. Huelen a engaño de muerte en un corazón de cristal. Sin difusor. Mal perfume. Fragancia del miedo. Esencia de la soledad. Mejor solo que mal acompañado. El amor es mentira. Lo inventó un minuto insoportable sin nadie alrededor.  Y las ganas de un abrazo con beso. Luego se pasa. Uno puede morirse solo perfectamente. Quedan pocos buenos. Como él. No como el otro, el que me tatuo: El dolor es para siempre, las mentiras también. Él, el otro, el bueno, el chico que me gusta. Al que yo no le gustaré jamás. No me tocará.  Sólo le gusto a los malos. Más mentiras. Más daño. Intereses. Qué lejos queda todo. Todo está demasiado lejos. Incluso yo . Hace tiempo que no me llamo. Y no comunico. Es extraño. Tengo tarifa plana. Y el alma. Y el corazón. Los amigos son mentira. Se inventan con las risas. Desaparecen con las lágrimas. Ayer enterramos a mi última pestaña. La incineramos con la poca confianza que me quedaba. Atea de todos. Agnóstica de mí. Suena un martillo pilón al otro lado de la acera. Son obras. Parece ser que el mundo se rompe. No pienso bajar a la farmacia a por tiritas.